El vino y la percepción

Recientemente, en nuestro afán de experimentar y de acercarnos a diferentes campos de conocimiento, nos hemos puesto en manos de un sumiller profesional para que nos guiara en una sesión de degustación de vino.

Durante esta experiencia y a medida que íbamos probando los diferentes caldos, nos ha sorprendido la cantidad de matices existentes, un repertorio descriptivo casi inagotable, de la fruta roja a las ciruelas pasas, pasando por las peras y la piña alcanzamos los aromas amaderados con recuerdos de vainilla, canela, chocolate negro, incluso, aromas a tierra, a sotobosque, hasta llegar a noches de luna llena… En un determinado momento, todo esto puede llegar a parecer una exageración, sin embargo si hay algo tangible, real. El vino se compone de multitud de matices, a un zumo de determinados tipos de uvas se le somete a un proceso de fermentación, la vinificación, luego se almacena, reposa y se le deja en contacto con maderas. De esta forma el mosto pasa a ser otra cosa y cada uno lo percibe en base a un repertorio y memoria sensorial personales.

Son famosas las historias de catas ciegas en las que diferentes renombrados sumilleres no alcanzan un consenso. La percepción de algo tan repleto de matices es difícil de estructurar por tanto así debemos entenderlo, disfrutarlo sin complejos, oler, paladear y disertar y si no hay consenso, brindemos por la siguiente botella en descorchar.