En el invierno, refugios urbanos
En el invierno, el paisaje de nuestras ciudades frecuentemente aparece salpicado por asadores en miniatura. Se trata de pequeños refugios urbanos que confieren identidad a los rincones peatonales y en donde, en pequeñas parrillas, hacen danzar castañas consiguiendo así que el sabor de este fruto pase de una parquedad astringente a su característico suave dulzor.
Antes de alcanzarlos con la vista, nos seducen con el aroma a carcasas y frutos lentamente tostados. Cuando sucumbimos a nuestra gula, en el preludio a la degustación transmiten calidez a nuestras manos, refugiándolas del ambiente gélido propio de la época del año. A medida que pasamos de la apertura de uno a otro fruto nuestros dedos van adquiriendo un tono de ébano, sumergiéndonos en aromas y estéticas de fogonero y, a medida que avanzamos hacia el fondo del cucurucho, vamos quedando saciados por su rotundo sabor, y la ciudad, aunque solo sea por un instante, se transforma de jungla de cristal a hogar urbano.